Un muy buen amigo, Jose Manuel Sanchez, reflexionaba el otro
día sobre los homenajes póstumos a personas fallecidas. Y su cuestionamiento se
centraba en la idea de que éstos deberían producirse antes de la desaparición
de la persona en cuestión.
En esta misma línea se expresaba el otro día, Félix Sanz
(buen amigo de Juan Carlos). Y la verdad es que, ambos, tienen razón.
Tenemos la costumbre de no reconocer lo que una persona nos
aporta o ha aportado en la vida, en vida, y eso es muy triste. ( Por cierto
Jose, sino te lo he dicho hasta ahora, Gracias)
Quizás por esa razón no tenga mucho sentido escribir ahora
estas líneas, pero también os digo que quizás yo tampoco estaba preparado para
hacerlo antes.
Hace poco tiempo nos dejó
Juan Carlos González González.
Ante todo, una persona enormemente capaz y con una energía inusitada.
Se me hace muy difícil escribir estas letras.
Para mí Juan Carlos, ante todo, era un amigo. Una persona en
la que confiar. Nunca me defraudó.
He de reconocer, que cuando le conocí tuve mis dudas. Me
pareció arrollador y eso para una persona introvertida, como lo soy yo, intimida.
(Quiero dar las gracias a María Jesús Pérez, porque fue gracias a ella como
conocí a Juan Carlos)
Al principio no tuve confianza en que nuestra relación
profesional fructificara y mucho menos me planteé que tuviese tanta importancia
para mí (como a la postre la ha tenido).
Recuerdo aquellos inicios con nostalgia porque consiguió
demostrarme que yo no era un “friki” con vocación de servicio, sino que más
bien podría llegar a ser protagonista de un cambio transformador. Y la verdad
es que echando la vista atrás te das cuenta cómo un liderazgo de esas
características, de las de Juan Carlos, era capaz de empoderarte e integrarte
en una idea, en un equipo. Para mi la máxima expresión de un líder en toda regla.
Y como todas las personas, tenía sus aristas. Y no
precisamente buenas, pero que construían una imagen completa de una persona, a
mi modo de ver, excepcional.
Y si mi experiencia inicial fue cautelosa, lo fue aún más
cuando empezamos a compartir momentos y preocupaciones personales. Si os soy
sincero siempre tuvo una pregunta para mí o un recordatorio o un interés
sincero por mi vida y eso, a la postre, ha sido lo que más he valorado.
Hemos recorrido juntos un camino de casi 10 años. 10 años en
los que hemos vivido cosas increíbles y compartido reflexiones en todos los
sentidos de la vida.
He aprendido mucho de él. Es cierto. Gracias a Juan Carlos,
he puesto en marcha mi vocación de servicio desde las organizaciones en las que
he trabajado hasta la fecha, poniendo sentido a mi vida, haciendo que la vida
de los demás pueda ser un poquito mejor.
Trabajar por y para las administraciones públicas, desde el
enfoque de Juan Carlos, es un reto atronador de #emprendizaje e innovación.
Creatividad y pragmatismo fueron de la mano con él y para él. Gracias a sus
ideas, pude entender cuál era mi valor y qué es lo que podría llegar a aportar
a la sociedad.
Como él decía, nadie es perfecto, pero te veía de forma muy
distinta a la que tú mismo eres capaz de alcanzar.
Parafraseando a Álex Rovira en el
video tan famoso de Youtube (por qué es tan importante cómo miras a tu
hijo), “pueden porque creen que pueden” si nosotros miramos a las personas
de forma apreciativa, éstas creerán que pueden y podrán, y eso es lo que Juan
Carlos hizo conmigo.
El creyó que podía e instaló en mí esa idea. Y desde ahí se
ha producido una explosión literal en la que cada día me siento más cerca de lo
que puedo llegar a ser. Y eso, ha sido gracias a Juan Carlos.
Desde su mirada apreciativa, con una visión de mí que ni yo
mismo conocía, consiguió lo que ni yo mismo sabía que podría llegar a ser.
Para mí es de gran valor.
Sin él, quizás, hoy no estaría aquí y no habría terminado mi
grado en Derecho en tan poco tiempo.
Sin él, quizás, no hubiera sido capaz de superarme cada día
y escribir un libro (
Gestión del Conocimiento e Innovación. Funcionario 3.0. Editorial Netbiblo. Colección Inap Innova).
Sin él, quizás, no habría tenido tantas oportunidades de aprender
y contribuir al desarrollo de las personas y las organizaciones.
Sin él, quizás, no habrían pasado tantas cosas....
Y le doy las gracias por ello. Porque Juan Carlos ha sabido,
siempre, sacar lo mejor de mí.
Y ahora me pregunto, ¿Qué voy a hacer? ¿Cuál es el camino
que debo seguir? ¿En qué consiste esa visión que él tenía sobre mí? ¿Qué pasos
he de dar? ¿Quién me pondrá el siguiente reto?
Interrogantes que no sé responder.
Me imagino que la vida es esto. Sentir la pérdida y vislumbrar
la incertidumbre del futuro. Es curioso como ha pesado sobre mí la desaparición
de Juan Carlos.
El otro día, entre sollozos y pocas palabras, compartí con
muchas personas los sentimientos que tengo a flor de piel. Sin él, sin su paso
por mi vida, quizás no hubiera sido capaz de mostrarlo.
Hoy me he dado cuenta de lo bueno que has dejado en mí, Juan
Carlos. Eres una de las personas más importantes de mi vida, has dejado huella,
y te agradezco haberme mostrado la idea de que “puedo” y verme siempre
mejorado, otorgándome oportunidades de mostrarme y brindándome retos para
aprender.
Echaré de menos de todo eso. Te echaré de menos sin
complejos. Porque, aunque te hayas ido de cuerpo presente, siempre estarás en
mi corazón.
Espero no defraudarte y encontrar aquello que decías que
debía encontrar; mi sitio en el mundo. Casi lo conseguimos juntos en este mundo,
pero si no fuese posible, estoy seguro de que desde donde estés marcarás mi
camino y me verás como siempre quisiste; como ese proyecto de lo que puedo
llegar a ser y que me esforzaré por ser.
Gracias de todo corazón.