martes, 15 de abril de 2014

La interacción entre usuarios y comunidades en las redes sociales corporativas

En muchas ocasiones me he planteado cuál sería el modelo que pudiera explicar el tipo de relaciones que se establecen entre los usuarios y las redes sociales corporativas.

Hay organizaciones, la mayoría, que muestran su notable insatisfacción por el escaso desarrollo de dichas redes y la escasa implicación de los empleados en ellas.

Otras, muestran su falta de confianza en cuanto a los resultados o beneficios que esperan obtener y creen que con gastar una cantidad “ingente” de dinero adquiriendo el mejor sistema, el mejor software obtendrán los mejores resultados.

En mi opinión, las redes sociales corporativas deben estar intrínsecamente ligadas a una política clara de gestión de conocimiento y de orientación 2.0 en la cultura corporativa.

Si no se establece un cambio a nivel corporativo que impregne de cultura 2.0 a la organización, la utilización de este tipo de herramientas no supondrá un cambio significativo. Simplemente aportará una nueva “responsabilidad” o “elemento” que realizar que se suma a otros tantos y que genera  resistencias y mucha reactividad.

Volviendo al tema que nos ocupa; en aquellas organizaciones donde se establece una estrategia clara en cuanto a la orientación de la organización hacia una cultura 2.0 (cooperativa, colaborativa y abierta) encontramos los principales modelos de interacción entre usuarios y redes.

En estas empresas o colectivos, las redes sociales corporativas se convierten en una herramienta fundamental en su gestión diaria, que aporta un cambio en los procesos de trabajo y genera nuevos entornos de conversación y transmisión de la información.

Generalmente, estos entornos de conversación se generan a través de las comunidades, que son lugares o espacios virtuales caracterizados por orientarse hacia un determinado fin (temática, finalidad, objetivos, personas, etc).

Podemos encontrarnos comunidades centradas en la creación de materiales o innovación (dependiente de un departamento de tecnología o de creatividad), en la puesta en común de novedades organizativas, en un producto de formación interna, una afición concreta, o simplemente comunidades en las que se fomenta el intercambio de ideas o la construcción de relaciones.

Por tanto, en mi opinión, podremos encontrar estos tres tipos de comunidades (de forma general) orientadas hacia:

·         la construcción de conocimiento,

·         la puesta en común de experiencias y buenas prácticas (intercambio de información),

·         la generación de relaciones
Y esta clasificación, encaja perfectamente con el grado de madurez que se le asigna a cada una de ellas. Es decir, cuanto más madura y consistente es una comunidad mayor probabilidad de que esté orientada hacia la creación o construcción de conocimiento. (Ver gráfico Madurez)

Una vez que hemos alcanzado una tipología de comunidades y sabemos medir su grado de madurez, toca establecer una pequeña clasificación de los usuarios que nos podemos encontrar.

A mí me gusta utilizar el símil que nos aporta la biología a través del estudio de las relaciones entre individuos, tendríamos:




Una relación simbiótica entre el usuario y la comunidad (red social):

·         Parasitaria

o   parasitismo: el usuario se beneficia de la comunidad haciéndola daño (Troll)

·         Comensal

o   comensalismo: el usuario se beneficia de la comunidad sin aportar ni dañar (es la relación más usual en comunidades de nueva creación o aquellas en las que su grado de madurez no es muy elevado)

·         Mutualizada

o   mutualismo: el usuario se beneficia de la comunidad directamente proporcional al beneficio que obtiene la comunidad del usuario
Cuanto mayor es el grado de madurez de una comunidad, mayor peso tendrán las relaciones mutualizadas.

En resumen:
Una red social corporativa y los individuos que la componen, no tiene por qué funcionar de forma automática. No depende su éxito del “montante económico” que se le asigne.
En mi opinión establecer una red social corporativa, debe partir de una estrategia corporativa 2.0, en la que poco a poco se vayan cambiando los valores organizativos y en donde se tengan en cuenta los tipos de usuarios que nos encontraremos por el camino, el tipo de comunidades que queremos generar, y el grado de madurez que deseamos alcanzar.
Hay que tener en cuenta que este tipo de proyectos no recogen resultados de un “día para otro”. Tienen un largo recorrido, hay que pasar por todas las etapas y debemos vivir cada uno de los estadios de desarrollo (madurez) hasta alcanzar los objetivos que nos hayamos planteado.
En un camino como este la organización se transformará, y esa transformación es lo que debemos pensar antes de poner en marcha cualquier proyecto de estas características.

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