lunes, 23 de junio de 2014

Letra pequeña

Hace tiempo vengo persiguiendo la idea de escribir algo que realmente consiga “retener” toda la esencia de lo que pienso y siento en este momento en referencia a la situación social, política y económica de España.

No consigo dar con la tecla, puesto que son tantas cosas, tantas cuestiones que abordar, que me resulta muy difícil escribir. Por eso llamo a este artículo: “letra pequeña”.
Es como si leyéramos un contrato y se nos olvidara siempre; la letra pequeña.
Aquella que por ser tan pequeña tendemos a pensar que es menos importante de lo que es, dado que fija, en muchas ocasiones, las partes “mollares” de nuestra relación con el cliente.
Gigantes con pies de barro
En este blog llevo hilvanando durante años lo que a mi modesto entender podría acontecer en España. Recuerdo un artículo (“Gigantes con pies de barro”) en el que anticipaba la “fuga” de cerebros representativos de los partidos políticos mayoritarios. En este artículo desgranaba lo que en mi opinión estaba ocurriendo por aquellos días en las bases sociales de los dos grandes partidos: desencanto y desconfianza.

En aquel momento se intuía que la aparición de otras opciones podría llegar a materializarse como así ha ocurrido en las últimas elecciones europeas. (Mayo 2014)

Tomar decisiones
A la llegada del gobierno actual, o unos meses antes, escribí otro artículo en el que ponía de manifiesto que Rajoy tendría que actuar. Sí o sí tendría que hacer algo y se planteaban dos escenarios; políticas liberales para afrontar la crisis (con una reducción drástica del gasto público) ó políticas Keynesianas (con un endurecimiento de la política fiscal hacia las clases medias que son a la postre las sustentadores netas del sistema).
Al fin y a la postre, el gobierno de Rajoy tomó medidas dirigidas hacia la potenciación fiscal con el objetivo de recaudar más para sostener el nivel de gasto (que por otro lado no se abordó de forma decidida y ordenada).

Con esta decisión, el PP asestó un duro golpe a la línea de flotación de su propio electorado (clases medias) apareciendo el descontento y la desconfianza (otrora atisbada (Gigantes con pies de barro)) con la suficiente energía como para potenciar y cristalizar el cambio de actitud y reflejarlo, tal y como hemos apuntado líneas más atrás, en un cambio de conducta en sus propios votantes. (ver resultados elecciones europeas (bien absteniéndose bien votando a otras opciones)).
Desafección
Pero todo esto no viene de ahora, como se piensa o se analiza en diversos medios, esta tendencia a la desafección política y este cambio de actitudes viene gestándose desde el 15-M.
Un momento en el que la sociedad española, en su conjunto, cambió.
Esa nueva orientación la capitalizó el actual partido del gobierno en las elecciones de 2011 mostrando o intentando mostrar que una ruptura no era conveniente y que el cambio debía provenir de la “otra” opción; en este caso el PP.
Sin embargo, en mi opinión, el encargo ha resultado envenenado, puesto que la lectura de los resultados no se hizo adecuadamente y las políticas que han impulsado e impulsan al partido del gobierno y al principal partido de la oposición, no cierran, sino que abren aún más la brecha con su electorado y con el conjunto de la ciudadanía.

Aquel 15-M cambió la vida en España y la forma en la que se entendía la política. La sociedad interiorizó la necesidad de cambiar y acomodó en su pensamiento más “intrínseco” la idea de una regeneración a todos los niveles.
Sin embargo, los dos grandes partidos leyeron el mensaje a la inversa y cada uno, a su manera, han tomado medidas con dos objetivos: negar la evidencia y defender lo existente.

No sorprende a nadie encontrarse argumentos por doquier que justifican y explican de una manera “bondadosa” los pésimos resultados electorales cosechados en las europeas. Tampoco sobran aquellos que ven en ello un fenómeno pasajero. Otros, aducen un cambio próximo. Y por último, los menos, piensan que haciendo que se cambia se puede convencer al electorado.
Y cuando la evidencia es tan grande que ya no existen argumentos, entonces, abdica el Rey. No digo que dicha abdicación y su posterior relevo sean consecuencia de la situación política de los partidos (ellos siguen negando la mayor, o en el peor de los casos (como está haciendo el PSOE), se inventan un proceso en el que realmente quieren parecer que hacen pero al final no hacen nada),  más bien creo que es consecuencia del ascenso de opciones y líneas de pensamiento que se creía minoritarias y que apuestan por una ruptura en el sistema.

Ante esa evidencia incuestionable se ha movido ficha para cambiar al jefe del estado, como un movimiento de ajedrez. Pero si nos atenemos a su discurso de proclamación, nace herido, puesto que muestra más de lo mismo pero con otras palabras. El movimiento que se ha realizado, en términos ajedrecísticos, es el del “enroque”.
En mi opinión, volviendo líneas atrás, el cambio se está gestando desde hace varios años, teniendo como punto álgido el 15-M.

Negar esta evidencia e intentar defender lo existente mediante operaciones de maquillaje interno (como la del PSOE), mostrar continuidad y rocosidad (como el PP) o un mero cambio de persona (como la abidcación del Rey Juan Carlos I) no son, a mi modo de ver, más que meros “parches” que el sistema intenta colocar con la finalidad de mantenerlo como está.
El problema que se está planteando no es menor, puesto que la sociedad, la tecnología y el mundo cambian muy rápido, y sin embargo, los poderes, no son capaces de cambiar a la misma velocidad.

Es como si nuestros gobernantes escribieran en piedra mientras nosotros lo hacemos en un blog.
Este desajuste de tiempos, esta a sincronía es clave, puesto que está condicionando el devenir de nuestra sociedad. El futuro de nuestros hijos y nietos.

Lo que está en juego no es ni siquiera la existencia o no de un partido político, sino la existencia del sistema mismo, la definición del grado de intervención del ciudadano en las decisiones políticas, la nueva configuración de las responsabilidades políticas, su rol social, las nuevas tecnologías, la justicia, los impuestos, la forma de comunicarnos, incluso, la vertebración actual del Estado. (Desafío soberanista, integración política en Europa, regionalización, etc)

A veces, se tiende a pensar que la sociedad es un ente sin capacidad de juicio y quizás, lo que habría que pensar es que la sociedad es un ente que juzga a los que se creen con capacidad de juicio.
Futuro
¿Qué puede pasar? ¿A qué nos enfrentamos?

En mi opinión nos enfrentamos a:
Reacción por parte del poder mediante la utilización de estrategias que amedrenten a la población y generen desconcierto.

Objetivo: búsqueda del voto “cautivo” con la finalidad de mantener el “status” actual.
Aumento de los fenómenos “anti-sistema” en los que se pueden englobar a cualquier ciudadano que “vaya” en contra de lo establecido.

Manifestación: se puede presentar como movimientos sociales a hechos concretos, o hechos concretos motivados por los movimientos sociales.
Ratificación de los resultados electorales en las próximas elecciones municipales y autonómicas.

Proyección: de cara la distribución global de votantes preveo una ratificación a los resultados obtenidos en las pasadas elecciones europeas. Con una mayor participación, pero con una distribución del voto muy similar.
Lo que denomino “ensayo” de ingobernabilidad. En el que posiblemente no se lleguen a pactos estables entre las distintas fuerzas políticas.

Resultado: ó bien se produce un gobierno de concentración (donde se ponga la “estaca” definitiva al bipartidismo) ó bien entramos en un clima de crispación social en el que una opción “populista” llegue a gobernar los destinos del país.
Finalmente, y sobre el desafío soberanista, la verdad es que los escenarios que se pueden plantear no son, ni mucho menos, fáciles e independientes de lo que hemos venido comentando a lo largo de todo este artículo.

Dependerá, en mi opinión, del grado de “miedo” que se tenga en las esferas del poder en relación con el cambio que se está gestando  en el corazón de nuestra sociedad. En función del peso e influencia de las variables en liza así discurrirá la crisis soberanista en Cataluña.


Por tanto, leer la constitución no es baladí, pero por favor, pongan atención a la “letra pequeña”.

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