jueves, 21 de agosto de 2014

En primera persona: venturas y desventuras de un padre y su recién nacida


Antes de iniciar mis vacaciones tuve la oportunidad de charlar con un futuro padre de lo que suponía dicho acontecimiento. 

Repasamos multitud de situaciones y él me confesó que lo que menos entendía en todo este proceso de la paternidad (maternidad) era como el resto de sus congéneres se daban media vuelta a la hora de comentarlo y en pocos casos lo poco que contaban o recordaban era casi idílico o muy genérico.

Es curioso reflexionar sobre esta situación. Es sorprendente la falta o ausencia de información acerca del proceso más básico y fundamental al que se enfrenta el ser humano en contadas ocasiones a lo largo de su vida; la cría (educación).

Podemos encontrar multitud de libros de autoayuda y manuales recomendados, pero en todos ellos, excepto en el Best-Seller ¿Qué esperar cuando se está esperando?, las generalidades, obviedades y situaciones poco realistas son el “pan nuestro de cada día”.

Si os digo la  verdad, repasando mi propio Blog me doy cuenta de que todas las entradas que he escrito acerca de la paternidad (y mi experiencia sobre ella) han obviado (no sé si de manera consciente o inconsciente) las vivencias concretas en ese proceso de cría y educación en el que me hallo inmerso.

He comentado en algunos post situaciones genéricas, posturas polémicas, emociones interiores y mejoras que he adquirido en mi carácter.  Pero debo reconocer que no he plasmado ni una sola vez lo que pasa cuando uno tiene un hijo o una hija.

Y ahora que me pongo a pensar sobre ello descubro que aquello que me había propuesto hacer, no lo he hecho.

Lo que me propuse hacer..

Para entender este nuevo post basta con leer el anterior párrafo y para entenderme a mí basta con que cuente que me comprometí a realizar un registro pormenorizado de lo que pasaba cuando eras padre y no lo he hecho.

Tenía la sana curiosidad de documentar los primeros momentos, las primeras sensaciones, los primeros retos y dificultades, pero sin embargo, por alguna extraña razón o motivación nunca encontré ese momento para registrarlo y archivarlo.

De hecho, es increíble pensar que mi etapa más prolífica en cuanto a entradas y post ha sido, precisamente, el año que lleva de vida mi hija Paula. Pero ni una sola palabra concreta sobre lo que me estaba sucediendo.

Motivos..

No son pocos los motivos que asaltan mi cabeza una vez que reflexiono sobre este asunto. Mi deformación como psicólogo me hace mezclar rutas de procesamiento de la información, con instintos y mecanismos automatizados de olvido.

Pero sin embargo, reposando todas estas ideas y “soluciones” me doy cuenta, de nuevo, que no soy capaz de llegar a una explicación, al menos tentativa, de la situación y del hecho que comparto.

Si tuviera que apostar por alguna de las posiciones teóricas o postulados pseudocientíficos os diré que creo que la crianza destapa en nosotros todo el instinto alojado en nuestro cerebro reptiliano (el más antiguo y otras veces comentado en mis post).

Es decir, creo que eso que llamamos ancestros grabaron con mucha energía los deberes y responsabilidades y supieron transmitir hacia donde y de qué manera debía dirigirse nuestro comportamiento con respecto al proceso de cría.

De hecho, podría afirmar que nuestra percepción de las cosas (y de lo que nos rodea) cambia sustancialmente entre el estado pre-cría y el post-cría.

Bien, por tanto, me inclino a pensar que nuestra predisposición biológica y la huella de nuestros ancestros, grabada “a fuego” en nuestro cerebro reptiliano (el más antiguo), impulsan los procesos mentales orientándolos de tal manera que modifican la percepción, la cognición, la conducta y las emociones. 

Cambian nuestras actitudes y nuestra forma de ver la vida.

Y con esto que quiero decir?

Básicamente, el ser humano cuando está inmerso en los primeros momentos del nacimiento de sus hijos, toma conciencia de forma inconsciente y se “disparan” los mecanismos y procesos cognitivos que desembocan en el cambio de actitudes evidenciado por una modificación en el sistema perceptivo y de almacenamiento así como una alteración en las conductas y pensamientos del individuo.

El olvido, por tanto, se convierte en una herramienta más a la hora de llevar a cabo el proceso de cría. De ahí que los hitos que suceden en cada proceso son interiorizados y a la vez “sepultados” con la finalidad de “enterrar” aquellas malas experiencias o simplemente banalizarlas.

En resumen, nuestro reptiliano pasa a uno de los primeros planos de nuestra conciencia, influyendo de forma decisiva en todas nuestras “decisiones” (perceptivas, cognitivas, conductuales, emocionales, etc).

Pasamos de un estado previo poco o nada intuitivo, a un estado final fundamentalmente intuitivo, de ahí que la sociedad en su conjunto afirme aquello de “es que se establece una especie de conexión” o aporte creencias tales como “no sé por qué, pero sé lo que tengo que hacer, me sale de dentro” o “guíate por tu instinto” o “la conexión madre – hijo” etcétera.

Bien pasemos a lo importante..

Aunque me he liado explicando lo que a mi modo de ver pasa cuando eres padre, no quiero dejar de realizar un esfuerzo claro y contundente en la dirección de plasmar aquí lo que sucede cuando te enfrentas a la paternidad/maternidad.

Desde luego hablo siempre desde mi propia experiencia personal y no se puede (no quiero) extrapolar estos comentarios al resto de los seres humanos y mucho menos a la experiencia vivencial de las propias mujeres.

Por hacer una resumen y acortar la longitud de esta entrada, voy a listar (o al menos intentarlo), todos aquellos sucesos e hitos que me han ido pasando en relación con el proceso de cría de mi hija Paula (que hoy tiene 1 año).

·         Nacimiento:
Situación estresante. Miedo. Sudor. Nube. Estado de ansiedad. Alivio. Calor interior. Estas son algunas de las sensaciones que tuve en aquellos momentos. Cuando me pusieron a mi hija en mi pecho tenía, básicamente, miedo y alegría. No hubo fuegos artificiales, ella no disfrutó mucho de la experiencia, y el objetivo para el que lo hicieron (activación de los instintos de “búsqueda” del pezón por parte de la niña) se cumplió.

Creo que en ese momento tomé conciencia de la existencia del nuevo ser.

·         Los primeros 3 días:
Ansiedad. Desconocimiento. Miedo. Exceso de activación. Sensación de fragilidad. Nube. El mundo desaparece a tu alrededor. Observas constantemente al bebé. Buscas explicaciones. Si estás ingresado, te sientes arropado y crees que nada malo puede pasar. Dudas de casi todo lo que pasa y cuando llegan las visitas no las haces ni caso porque tu mente y tu cuerpo están orientados al 100% para cubrir las necesidades reales (y las que te inventas) del bebé.

·         La vuelta a casa:
Situación de alivio momentáneo en esa vorágine de estrés en la que estás metido. Situación de apertura de puerta y entrada en tu mundo. Preocupación constante sobre si “le gustará al bebé su habitación”, “si se sentirá cómodo en su cuna”, “si la luz, si el ruido, si el frío, si el calor, etc”. En ese momento, unas horas después de entrar, comienzas a retomar la sensación de desconcierto, ansiedad, miedo, desconocimiento. De repente te enfrentas a la idea de que estás SOLO frente al nuevo ser y te das cuenta de que él o ella no se comunica. No sabes, para nada, lo que quiere o necesita. Estás más perdido que un “burro en un garaje”. Empiezas a sentir que nadie te ayuda, que nadie te explicó, etcétera.

·         Las dos primeras semanas del bebé:
Para mi fueron las más difíciles de mi vida. No, no tuvo ningún cólico, ninguna enfermedad ni suceso relevante, pero creo que son los momentos más complejos y complicados.

La principales preocupaciones:
o   comida (si come o no come, si come lo suficiente, si engorda, si no engorda, si eructa si no eructa, si le gusta la leche o no le gusta, si mama en cualquier sitio o no, si se bebe el “bibe” en diez minutos o en una hora, si está suficientemente caliente o frío, si se agarra al pecho o no (tema aparte es la lactancia materna), si le gusta la tetitina o no, si sale mucha cantidad o poca cantidad del biberón, etcétera).
o   descanso (si duerme, cuantas horas, en qué momento, con silencio, sin silencio, a oscuras, con la puerta abierta, cerrada, con la ventana abierta, cerrada, si se despierta, la duración de las siestas, etcétera).
o   llanto (nadie sabe identificar un llanto, es mentira que cuando tu hijo nace sepas desde el primer momento qué es lo que le pasa. En mi caso, hoy en día podría identificar los tonos del llano y saber qué es lo que quiere, pero los primeros 3 meses no tienes ni idea de lo que le pasa, y quien te diga que lo sabe, miente. Simplemente te dedicas a probar cosas hasta que se calma. Y no te preocupes, todos, incluso yo (que soy un hombre tranquilo) hemos deseado alguna vez cosas innombrables por culpa del llanto de tu bebé).
o   temperatura (frío o calor?. Cómo le visto?. Esto que parece una tontería se convierte en un debate infernal durante los primeros meses de vida del bebé. Todo el mundo interviene para no decir nada y simplemente quieres saber qué demonios hay que hacer. Finalmente optas por ponerle lo que te pondrías tú).
o   salir o no salir (esto es algo que me saca de quicio. Un bebé no es un ser inválido. Es una persona dependiente pero lo es igual en tu casa que en la calle. Por tanto, no salir con el bebé no tiene una justificación lógica. Aún sabiendo esto, el miedo y la inseguridad son factores que aparecen y aparecerán siempre que te enfrentes a una situación así).

En resumen…

Hay muchas más cosas que comentar, pero en resumen diré que la inseguridad, el miedo y la ansiedad han sido emociones presentes en este primer año de vida de mi hija Paula.

Es cierto que se pasan momento indescriptibles y que la vida de tu bebé es sensacional. Pero no es cierto que todo sea color de rosa o que las cosas te salgan por sí solas. Surgen muchos problemas e inquietudes. 

Hay inseguridades relacionadas, fundamentalmente, con la comida y el bienestar del recién nacido.
No sabes cómo resolverlas, nadie sabe y el problema es que todo el mundo se basa en tópicos para aconsejar. También te sientes frágil, todo te molesta y piensas que estás solo o sola. Como he dicho, esto de criar un niño no es un camino de rosas. Es una carretera comarcal llena de baches, con espectaculares paisajes y momentos inolvidables, pero, como digo es un camino de obstáculos en el que contamos con poca asistencia en carretera y por supuesto no llevamos GPS.

Por tanto, estad abiertos a cualquier suceso, no penséis que sois raros si os sentís así, simplemente es lo que le sucede a todo el mundo, por mucho que olvidemos, por mucho que no lo reconozcamos, por mucho que nos vendamos (y nuestra sociedad lo haga) que esto es un camino de idilios constantes.


Y que conste, que tal y como he venido escribiendo, para mí esta experiencia ha sido (y será) la que más me ha enseñado y me ha hecho crecer de todas las que he tenido en mi vida. Creo que la Conexión que se establece entre tú hijo/a y tú mismo es algo espectacular y difícil de explicar.

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